El circo romano de Toledo fue construido durante el siglo I, durante el mandato del emperador Octavio Augusto o el emperador Tiberio. Posiblemente, su construcción quedó incluida dentro del plan que el emperador emprendió por todo el Imperio para dotar a todas las grandes ciudades de edificios como termas, teatros, anfiteatros, o foros, con el objetivo de potenciar la romanización en estas zonas. En concreto, la construcción del circo romano se ubicó en el norte de la ciudad romana.
Pese a estar poco investigado, ya que más de la mitad de la infraestructura aún permanece sin excavar, sus similitudes con otros circos de la península como el de Emerita Augusta, permiten afirmar que su aforo debía moverse entre los 15.000 o 30.000 espectadores, lo que inicialmente resultó suficiente para cubrir las necesidades de la urbe así como de otros pueblos de los alrededores. El circo romano tenía unas dimensiones de 422 metros de largo por unos 112 metros de ancho aproximadamente.
Con la información con la que se cuenta, no se tiene constancia de que el Circo Romano de Toletum se utilizara para la naumaquia (recreación de batallas navales), como por ejemplo, el Circo Romano de Tarraco.
La importancia de los restos arqueológicos es importante, ya que permite afirmar que, dadas las dimensiones y el aforo del Circo, comparándolo con otras ciudades hispano-romanas de la península, en época Romana Toletvm debío ser una ciudad que jugó un papel importante en la administración política y jurídica de la península.
Dadas las dimensiones del Circo, como sucedió en casi todas las ciudades hispano-romanas, éste se situaba a las afueras del recinto amurallado; es seguro que desde la ciudad existiera una calzada dirección al Circo, la cual no ha sido encontrada.